jueves, 30 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA JUEVES III DE PASCUA

Ciclo A

"Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo"




HECHOS 8, 26-40
SALMO 65, 8-9.16-17.20
JUAN 6, 44-51


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miércoles, 29 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA MIÉRCOLES III DE PASCUA

Ciclo A


FIESTA SANTA CATALINA DE SIENA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA, PATRONA DE EUROPA




1ª JUAN 1, 5-2,2
SALMO 102, 1-2,8-9,13-14.17-18
MATEO 11,25-30


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martes, 28 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA MARTES III DE PASCUA

Ciclo A


"Yo soy el pan de la vida"




HECHOS 7, 51 - 8, 1a
SALMO 30, 3-4.6.7b.8a.17.21ab
JUAN 6, 30-35


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lunes, 27 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA LUNES III DE PASCUA

Ciclo A


"Dichoso el que camina en la ley del Señor"




HECHOS 6, 8-15
SALMO 118, 23-24.26-27.29-30
JUAN 6, 22-29



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domingo, 26 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA DOMINGO III DE PASCUA

Ciclo A



"Señor, me enseñarás el sendero de la vida"



SAN ISIDORO OB. DE SEVILLA




HECHOS 2, 14.22-25a.27-33
SALMO 15, 1-11
1ª PEDRO 1, 18-21
LUCAS 24, 13-35


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sábado, 25 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA SÁBADO II DE PASCUA

Ciclo A               
FIESTA DE SAN MARCOS, EVANGELISTA



"Cantaré eternamente tus misericordias, Señor"




1ª PEDRO 5, 5b-14
SALMO 88, 2-3.6-7.16-17
MARCOS 16, 15-20


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viernes, 24 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA VIERNES II DE PASCUA

Ciclo A



"Una cosa pido al Señor: habitar en su casa "




HECHOS 5, 34-42
SALMO 26,1.4.13-14
JUAN 6, 1-15



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jueves, 23 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA JUEVES II DE PASCUA

Ciclo A

"El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó"





HECHOS 5, 27-33
SALMO 33,2.9.17-20
JUAN 3, 31-36



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miércoles, 22 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA MIÉRCOLES II DE PASCUA

Ciclo A



"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él"




HECHOS 5, 17-26
SALMO 33, 2-9
JUAN 3, 16-21


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¿Quién es el P. Salvador Villota?

Religioso y sacerdote carmelita de la provincia Aragón-Castilla-Valencia.
Doctor en Ciencias Bíblicas por el Instituto Bíblico de Roma.
Actualmente es profesor de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia (España).
Desde estas líneas queremos agradecerle tanto su celo y dedicación, como su consentimiento para publicar estas homilías, en la confianza de que pueden hacer un gran bien a aquellos que las escuchen.

martes, 21 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA MARTES II DE PASCUA

Ciclo A



"El Señor reina, vestido de majestad"



HECHOS 4, 32-37
SALMO 92, 1-2.5
JUAN 3, 7b-15



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lunes, 20 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA LUNES II DE PASCUA

Ciclo A


"Dichosos los que se refugian en ti, Señor"






HECHOS 4, 23-31
SALMO 2, 1-9
JUAN 3, 1-8



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domingo, 19 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA DOMINGO II DE PASCUA

Ciclo A


"Bienaventurados los que crean sin haber visto"




HECHOS 4, 42-47
SALMO 117, 2-4.13-15.22-24
1ª PEDRO 1, 3-9
JUAN 20, 19-31


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sábado, 18 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA SÁBADO EN LA OCTAVA DE PASCUA

Ciclo A


"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación"




HECHOS 4,13-21
SALMO 117, 1.14-21
MARCOS 16, 9-15



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viernes, 17 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA VIERNES EN LA OCTAVA DE PASCUA

Ciclo A

"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular"




HECHOS 4, 1-12
SALMO 117, 1-4.22-27a
JUAN 21, 2-14



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jueves, 16 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA JUEVES EN LA OCTAVA DE PASCUA

Ciclo A



"¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra!"




HECHOS 3, 11-26
SALMO 8, 2a.5-9
LUCAS 24, 35-48


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miércoles, 15 de abril de 2020

CARTA CONFIRMACIÓN ARZOBISPO




A los hermanos de la Parroquia de San Isidoro

PP. Carmelitas – C/ El Bachiller,3 (Valencia)

Valencia, 15 de abril de 2020

Queridos hermanos: ¡Que la paz de Cristo Resucitado esté con vosotros!
Es motivo de gran alegría informaros de que el Señor ha confirmado, a través de una llamada de nuestro arzobispo, todo cuanto dijimos ayer, 14 de abril (2020), en la carta: “Templos abiertos para rezar”.
Este apoyo es importantísimo porque abre una “puerta” para que el Señor obre visiblemente en este mundo, en este momento y en estas circunstancias concretas. Y el Señor Jesús, que obra a través de nosotros, los cristianos, «no ha encendido una lámpara (cada cristiano ponga aquí su nombre), para meterla después debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa» (Mt 5,15).
En tiempos de persecución, incluso el mismo “esconderse” lleva implícito un testimonio de Cristo, dado que se busca al cristiano por ser precisamente discípulo de Cristo, con el fin de apresarlo o matarlo, pero “esconderse” en este tiempo de pandemia y no acudir “visiblemente” a la Iglesia ni siquiera un instante, puede convertirse en un “antitestimonio” por ocultar la “luz de Cristo” a los hombres.
El contenido de la carta: “Templos abiertos para rezar”, se convierte, por tanto, en un acicate para abrir sin miedo las parroquias y permitir que los fieles, igual que van a adquirir las cosas esenciales para subsistir (alimentos, medicinas, etc.) o para comprar tabaco o los períodicos o pasear el perro, puedan también entrar en la iglesia y orar un tiempo ante el Sagrario (y confesarse e, incluso, comulgar, dependiendo de las condiciones y del orden que cada párroco vea oportuno establecer para ello).
Nosotros, los carmelitas de San Isidoro, abriremos el templo como hemos hecho hasta ahora: de 9.15 a 10.30 por la mañana y de 20.00 a 21.00 por la tarde; también expondremos el Santísimo y rezaremos el rosario durante la hora vespertina. Si los que acuden siguen siendo pocos, no habrá problema alguno de espacio, pero si el número aumentase, iremos organizándonos para mantener las distancias entre los asistentes y obrar siempre con las precauciones necesarias para evitar cualquier contagio.
Que Nuestra Madre, la Virgen del Carmen, nos ayude a ser testigos fieles de Jesús resucitado.
Fraternalmente en Cristo,

p. Salvador Villota Herrero, O.Carm.
p Salvador Batalla Villalonga, O.Carm.


LECTURAS Y HOMILÍA MIÉRCOLES EN LA OCTAVA DE PASCUA

Ciclo A


"Hemos visto al Señor"





HECHOS 3, 1-10
SALMO 104, 1-4.6-9
LUCAS 24, 13-35



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martes, 14 de abril de 2020

TEMPLOS ABIERTOS PARA REZAR


CARTA ABIERTA DE P. SALVADOR VILLOTA Y P. SALVADOR BATALLA, O. CARM.

Parroquia San Isidoro Ob. de Valencia


Templos abiertos para rezar

En esta última semana, la policía ha entrado en diversas iglesias, por ejemplo: el Viernes Santo irrumpieron en la catedral de Granada durante la celebración de los oficios, con una veintena de feligreses; en la parroquia de Santos Juan y Pablo en San Fernando de Henares, el 13-abril-2020, mientras celebraba la misa el párroco con cinco feligreses; y también ha ocurrido en otras localidades de Cádiz, Sevilla, Barcelona [en Valldoreix]). Tras entrar en el templo, la policía amenaza con sancionar y obligan a detener la celebración y a desalojar la iglesia. No hay modo de argumentar con ellos, ni de defenderse, ya que hacen caso omiso de lo que refleja el artículo 11 del Decreto de Estado de Alarma y de los justificantes que tienen los fieles sellados y firmados por el obispado o, en su nombre, por el párroco.
El BOE núm.67 del 14-marzo-2020 (Real Decreto 463/2020), con las actualizaciones pertinentes hasta la fecha de hoy (14-abril-2020), dice así en su artículo 11 (Real Decreto 465/2020, del 11 de abril de 2020):
Artículo 11. Medidas de contención en relación con los lugares de culto y con las ceremonias civiles y religiosas.
La asistencia a los lugares de culto y a las ceremonias civiles y religiosas, incluidas las fúnebres, se condicionan a la adopción de medidas organizativas consistentes en evitar aglomeraciones de personas, en función de las dimensiones y características de los lugares, de tal manera que se garantice a los asistentes la posibilidad de respetar la distancia entre ellos de, al menos, un metro.
A esto hay que añadir que, acerca de las cuestiones operativas sobre medidas restrictivas del Real Decreto 463/2020, se observa que “no” se efectúen ceremonias civiles o de culto religioso; pero uno se cuestiona: ¿Dónde? ¿De qué tipo? ¿En qué condiciones?, puesto que las observaciones tienen que ver con restricciones de sepelios o actos fúnebres (sobre lo que también habría mucho que decir).
Los obispados dan distintas posibilidades para mantener las iglesias abiertas y mantener el culto. Algunas diócesis lo reducen mucho, como es el caso de Valencia. El 13 de marzo de 2020, e instándonos a seguir las indicaciones que señalan las autoridades y guiados por la caridad para no favorecer el contagio, nuestro arzobispo añadía, entre otras normas u orientaciones, la siguiente:
Manténganse los templos abiertos para que los fieles puedan rezar ante el sagrario o ante sus imágenes de devoción.
Nosotros, desde el primer día, hemos seguido estas orientaciones, que ayer, día 13 de abril de 2020, nos fueron confirmadas por el Vicario Episcopal. Hemos mantenido abierta la iglesia (de San Isidoro Obispo) una hora y media por la mañana (de 9.15 a 10.30) y una hora por la tarde (de 20.00 a 21.00). A esas horas hay un sacerdote también confesando, por si alguien entra en la iglesia y quiere recibir el sacramento de la reconciliación; además, durante la hora vespertina, hemos expuesto el Santísimo y rezado el rosario con los pocos fieles que vienen y cuyo número fluctúa entre 6 y 12. Dada la amplitud del espacio del templo, en el que caben unas 700 personas sentadas, la docena de feligreses se sienta separadamente y con mucho espacio entre ellos; algunos vienen también con mascarilla e, incluso, con guantes.
Pues bien, el pasado Domingo de Resurrección, el 12 de abril, abrimos el templo por la tarde, a las 20.00 horas como de costumbre. Yo, p. Salvador Villota — carmelita — estaba rezando el rosario, con el Santísimo expuesto. Hacia las 20.30, entraron dos policías y me instaron a concluir la oración y a desalojar el templo. A esa hora, estábamos nueve personas rezando y distanciados unos de otros, realidad que el policía que a mí se dirigía reconoció. Con todo no se atuvo a razones. Les dije que primero iba a concluir las letanías y haría seguidamente la reserva del Santísimo, y que sólo entonces saldría la gente de la iglesia. Consintieron y así se realizó. Todo transcurrió sin violencia, y los hermanos regresaron a sus casas sin más incidencias.
Entre las cosas que me dijeron es que por aplicación del Decreto nadie puede salir de casa para venir a la iglesia, y también me avisaron de que, en esta ocasión, no nos iban a sancionar, pero — dejó sobrentendido — así lo harían si hubiera reincidencia. Según su interpretación, por lo tanto, nadie puede salir de casa para acercarse a un templo a orar y lo publicado en el nº 11 del BOE tendría que ser interpretado así. Hay muchas cuestiones, al mismo tiempo, sobre este modo de actuar: ¿Se puede entrar armado en un lugar sagrado y paralizar sin más el acto que se está llevando a cabo? ¿No es necesario un requerimiento judicial para tal actuación? ¿Se atienen verdaderamente a lo que dictamina la ley arriba indicada y va también vinculada a ella la amenaza de sancionar o denunciar?
Desde ayer, 13 de abril, abrimos la iglesia, pero, siguiendo lo que nos han dicho en el obispado, esto es: no exponemos el Santísimo, ni rezamos en común el rosario. El fiel que venga a la iglesia debe rezar privadamente, en silencio. ¡Así están las cosas! Con toda la buena intención, “silenciamos” a Dios casi hasta en el templo, debido a las presiones civiles-militares que se están sufriendo y al “miedo” petrificador con que nos contagia el mismo miedo a contagiarnos (Cf. Heb 2,15)
Ante todo esto: ¿qué decir? Después de estar un mes en casa recluidos, debemos pensar un poco en esta situación y obrar, como cristianos, en consecuencia. En primer lugar, debe quedar claro que nadie quiere contaminarse ni contaminar a otros. No somos insensatos, ni queremos obrar neciamente; buscamos el bien físico y espiritual nuestro y de los demás. Y consideramos, por nuestra fe, que este último, el bien espiritual, es primario. Al mismo tiempo, sabemos que, en los momentos difíciles — y difícil es el que estamos viviendo —, es el que normalmente se ve relegado, amansado (para no tener ni crear “problemas”), negado o incluso perseguido.
En segundo lugar, los cristianos no podemos dejar a Dios fuera de esta situación. Nos reclama que le pongamos en primera fila. Según las Escrituras, Dios está detrás de todo, siempre presente en cuanto Creador y siempre buscando, en cuanto Salvador, el bien del hombre, de tal modo que nada permite que no esté en función de ese bien.
En tercer lugar, también en estas circunstancias está presente el pecado del hombre. Desde el Génesis — y mal que nos pese —, sabemos que llevamos bien “pegado” a nosotros nuestro pecado y que éste repercute en la historia humana negativamente. Y, detrás del pecado y por medio de él, también sabemos nosotros — que caminamos en la Luz — que siempre está escondido, como es su táctica habitual, el Maligno. La plaga actual afecta a todo el mundo, y muy particularmente a los países “avanzados”. Las inmoralidades e incluso maldades realizadas en estas naciones, y que también se quieren extender globalmente, son conocidas (aunque no se reconozcan y se asuman y consideren, incluso legalmente, como “libertades” y avances en “humanidad”). China, por ejemplo, ha perseguido a los cristianos, ha matado a millones de niños (sobre todo niñas) controlando hasta límites impensables la natalidad; y los derechos legítimos, como el de la libertad religiosa y de propiedad privada, están seriamente cuestionados o simplemente son inexistentes; España e Italia, tan golpeadas por el virus, tienen que hacer un serio examen de conciencia; en España se cuentan anualmente unos 90.000 abortos, se pretende implantar la eutanasia, y establecer la ideología de género como pensamiento único... Y a todo ello se unen los millones de afectados por las guerras, los exiliados, los emigrantes, los que pasan hambre, el abuso contra la naturaleza…, todo lo cual es un clamor que se eleva hasta el cielo y pide justicia a Dios. También la Iglesia ha reconocido sus graves “pecados” y debe continuar orando para que Dios tenga misericordia de ella y de todos los hombres que los están cometiendo y no son capaces de reconocerlo.
Ahora, ante la pandemia que padecemos, queremos tener el cuerpo sano y no caer enfermos. Pero debemos recordar que Dios cura ciertamente el cuerpo, pero después de haber sanado el alma: primero reclama la conversión, el arrepentimiento, el cambio de actitudes contrarias al bien o inmorales. Dios acorta los tiempos en la medida en que nos convertimos, en la medida en que ve preparada el alma para continuar adelante. Es más: cuando cura el cuerpo, esa misma curación está en función de que se viva honestamente y no se peque más (Cf. Jn 8,11) y se caiga entonces en algo peor, como es la “parálisis mortal” del alma (que preanuncia su condena; Cf. Jn 5,1-15, sobre todo los vv.8-9 y 14).
La curación del paralítico llevado por cuatro hombres en Mc 2,1-12 deja claro ese obrar de Dios en su Hijo Jesús y revela lo que verdaderamente quiere de nosotros: antes de curarle el cuerpo le dice: “tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5); sólo después le cura la parálisis, como signo de esa sanación interior que en Él encontramos (Mc 2,11-12). Dios busca salvarnos, no simplemente “curarnos”, y el verbo griego “salvar” (sōzein) tiene en cuenta esta verdad y señala que es necesario abandonar el pecado, para llegar a la curación del cuerpo. Los cristianos tenemos que orar por este perdón que necesitamos y necesita la humanidad entera en estos momentos.
Por eso, el Cristo-de-la-Peste fue sacado en procesión en el s. XVI, en 1522, por las calles de Roma. Fue el signo de que Cristo no se aleja de los afectados en cuerpo y alma, sino que va a su encuentro. Ahora, en esta peste global, no se ha hecho así. De algún modo, nos avergonzamos un poco y todavía no nos damos cuenta de que a Cristo, a Dios, no debemos recluirlo, casi “silenciarlo” junto a una columna, sino “elevarlo” (como Moisés elevó a la serpiente en el desierto) y mostrarlo a todos para que se vislumbre que tiene “mucho que decir” en esta situación. Y aquí, en Valencia, es la Virgen de los Desamparados, nuestra Madre, la que tendría que “caminar” públicamente por las calles.
En definitiva, pensamos que, asumiendo y poniendo en práctica todos los cuidados y las precauciones necesarias (guantes, mascarillas, distancias, etc.), las iglesias deben estar abiertas e, incluso, se debería poder orar juntos y celebrar la misa. Jesús nos enseña que “el que guarda su vida, la perderá”: y la hemos guardado, en cuanto al cuerpo y le estamos “cuidando”, sin duda; pero ahora toca ir “perdiendo la vida por Él, para ganarla” y ganar también la salud y la salvación de todos los hombres (Cf. Mc 8,34-38). Los cristianos deben saber, por tanto, que, igual que van a la farmacia o a Mercadona o a pasear el perro, pueden (y deben) entrar en el templo a golpearse el pecho y a pedir perdón al Señor por ellos, por la Iglesia y por toda la humanidad.
Que el Señor, rico en misericordia, escuche nuestras oraciones y que su bendición os alcance a todos y renueve la humanidad entera.
Fraternalmente en Cristo,

p. Salvador Villota Herrero, O.Carm.
p Salvador Batalla Villalonga, O.Carm




LECTURAS Y HOMILÍA MARTES EN LA OCTAVA DE PASCUA

Ciclo A


"La misericordia del Señor llena la tierra"






HECHOS 2, 36-41
SALMO 32, 4-5.18-22
JUAN 20, 11-18


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lunes, 13 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA LUNES EN LA OCTAVA DE PASCUA

Ciclo A



"Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti"





HECHOS 2, 14.22-33
SALMO 15, 1b-2a.5.7-11
MATEO 28, 8-15



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domingo, 12 de abril de 2020

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Ciclo A


"Verdaderamente ha resucitado"





HECHOS 10,34a.37-43
SALMO 117,1-2.16-17.22-23
COLOSENSES 3, 1-4
JUAN 20, 1-9


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sábado, 11 de abril de 2020

SÁBADO SANTO DE LA SEPULTURA DEL SEÑOR

Ciclo A


"y descendió a los infiernos..."








MEDITACIÓN SOBRE EL SÁBADO SANTO

P. Salvador Villota, O. Carm.



Jesús ha muerto y yace sepultado en el sepulcro (Jn 19,42). En este momento, el mundo incrédulo y hostil se alegra, mientras los discípulos, nosotros, estamos tristes (Cf. Jn 16,20). Y dentro del “arca”, en nuestro hogar y en nuestra alma, sólo queda alegrarse o hacer luto, depende del lado en el que nos encontremos: o con el mundo o con Cristo. Él “reposa”, como Dios descansó de sus obras el día séptimo, y nosotros, ante la tumba de Cristo, aún sentimos más este “obligado” reposo sabático (Cf. Gn 2,1-3; Ex 20,8; Heb 4,4).
Se abre paso, de modo inapelable, la afirmación de Niezsche: «¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!». Este postulado se hace palpable y hiela el corazón. Jesús, en quien habíamos puesto toda nuestra esperanza, «profeta poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19), yace en el sepulcro y, como parece confirmar la piedra grande que lo sella, sometido al reino de la muerte.
En toda la tierra, impera, lo quiera o no, un silencio mortal. Dios está oculto. Su “pretendido” Hijo ha descendido a los infiernos, a la región de los muertos, al abismal reino de la poderosa muerte que todo engulle y a todo quiere conducir a la nada más absoluta. La roca cierra el sepulcro y Jesús yace vencido: primero, por el mundo que contra Él descargó todo su mal y lo mató atrozmente, y, ahora, por la muerte que lo engulle en sus oscuras, profundas y gulosas fauces. Jesús parece vencido, y Dios, a quien llamó “Padre suyo” y dijo ser “una cosa con Él” (Jn 10,20; 14,11), nada hace por su Hijo. La fe, nuestra fe en Jesús, tambalea, parece noqueada y todo cuanto nos circunda nos dice que fue inútil, una simple ilusión, un mero espejismo.
Y hoy, este mundo aplastado por la peste, el mundo que vive o pretende vivir sin Dios, porque “Dios está muerto o no existe” para él: ¿no piensa que esta enfermedad, que a todos alcanza, es un signo en la propia carne de la “muerte de Dios” en la que quiso y quiere vivir? La muerte — de Cristo y de tantas personas que han fallecido en este mes de confinamiento —, el silencio que “se escucha”, el ajetreo que se detiene, el cambio obligado de actividad y costumbres, y la necesidad de convivir con los otros, presionan para que se piense en el “silencio y la aparente muerte” de Dios.
Sin embargo, Dios, en Jesucristo, se ha unido a nosotros, “está con nosotros”, es el Emmanuel (Mt 1,23; 28,20). Todavía hay esperanza. Y ésta no puede defraudar porque late en el ámbito mismo de “nuestras muertes”, anticipo del “reino de la muerte” (Cf. Heb 2,14-15). La esperanza que nos viene de Dios es el brote verde de la vida que ha arraigado donde todo decía “muerte”. Y esta esperanza ya grita, en nosotros, que Jesús es la Vida, que Dios nos ama y que su Amor es más fuerte que la Muerte (Cf. Os 13,14; 1Cor 15,54-56).
Pero este tiempo y este Sábado nos dicen que necesitamos “ver, experimentar, comprender” nuestra pequeñez, para poder así vivir verdaderamente la grandeza infinita y todopoderosa de Cristo, para desear estar y quedarnos con Él, para tener la gallardía de combatir el buen combate de la fe y abandonar la mundanidad y la mediocridad.
Es verdad que el mundo se ha paralizado y se siente, en gran medida, vencido, pero Dios — para el que tenga oídos para oír y ojos para ver — grita en esa misma situación: “Espera en Mí”. Somos la nada y Él es el Todo. Cristo duerme en la barca, mientras las aguas y la tempestad del sinsentido de la historia y de la nada de la muerte que se acerca, amenazan con hundirla y destruir para siempre cualquier esperanza. La muerte, en aquellos que esperan en Cristo, también la intuyen cerca y cierta.
Queda ahora comprender todas las tormentas levantadas contra nosotros y por nosotros mismos, y reconocer su repercusión en nosotros mismos, tal y como lo gritan la multitud de corazones desgarrados:
“Por las infidelidades permanentes; por la soledad adoptada como la única compañera fiel; por la falta de padres que hacen ya huérfanos a los hijos antes de nacer; por el hastío que causa el desenfreno y los excesos en comidas, bebidas y diversiones; por el aborto defendido como derecho, pero que “mata” a todos cuantos le circundan, aplauden y realizan; por la ejecución de asesinatos a ancianos o enfermos terminales o a quien apele a un derecho a suicidarse porque ya se ha inyectado en su corazón la venenosa muerte deseada; por no importar a nadie y por no importarnos nadie; por la asentada mentira y manipulación que se enarbola como pendón político, de poder y de mal llamadas “justicias”; por malgastar la vida en cosas vanas: sea en la absolutización del efímero éxito en los deportes o espectáculos, o sea en la promoción y grabación y visión de películas indecentes, o sea en concursos que denigran la dignidad de la persona que participa o en quienes día tras días los visualizan, o sea en viajes inútiles promovidos por dinero y motivados por la concupiscencia de la carne o de la vista o de la soberbia de la vida sin otra razón que el realizarlos “porque sí”, “porque todo el mundo lo hace”, “porque se lleva”…; por el temor y miedo que causa el incierto y sufriente futuro próximo que parece avecinarse…”.
Y con todo eso, y ante la tumba de Cristo, la barca en la que Él mismo se encuentra, su Iglesia, parece también hundirse. Y nosotros, con nuestra poca fe, debemos “despertar al que duerme”. Y debemos reconocer, por nosotros mismos y en nombre de todos, que hemos vivido insensatamente y causado mucho sufrimiento, y que vacilamos ante los eventos de la existencia y dudamos en que Él retornó glorioso de la muerte. “Despierta”, grita hoy la Iglesia, en el silencio de todo y en la incredulidad de una humanidad que sufre y muere. Y lo grita la Iglesia en lo profundo de su corazón enlutado, donde “ve” y “vive” la tormenta que asola a esta humanidad amada por Dios. Un corazón, el de la Iglesia, que dice y confiesa: “Señor, estoy aplastado, con la muerte a la puerta, te necesito, me hundo y no puedo salir. Despierta, Señor. ¿Dónde te has ido?”.
Y Cristo, desde dentro del mismo sepulcro, es en este día santo una respuesta a tantos porqués y a todo abatimiento. Es una palabra potente que nos dice:
«¿Acaso no es esa terrible tormenta que asola vuestro corazón la que me silenció, la que cayó sobre Mí, la que soporté en la cruz, por la que morí? Mírame sepultado dentro de ti, de ti mismo, por las piedras innumerables de tu vano y pecador vivir. Si tardo un poco en “despertar” y “despertarte” conmigo: “espérame” (Hab 2,2-3), porque el gran Amor que me condujo al centro de la tormenta, — de tu tormenta, de vuestra tormenta — es más fuerte que la Muerte. ¡Espérame! y cuando regrese recíbeme, acógeme en ti, ámame sin medida, sígueme y grita de alegría y con júbilo agradecido por mi Victoria».




viernes, 10 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

Ciclo A



"Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu"




ISAIAS 52, 13-15a;53, 2b-5a.10-12
SALMO 30, 2.6.12-17.25
HEBREOS 4,14-16;5, 7-9
JUAN 18, 1-19,42




Homilía P. Salvador Villota, O. Carm.                            Archivo de sonido: pulsar para escuchar









jueves, 9 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR

Ciclo A



"El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo"





EXODO 12, 1-8.11.14
SALMO 115, 12-18
1ª CORINTIOS 11,23-26
JUAN 13, 1.4-15


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miércoles, 8 de abril de 2020

LECTURAS Y HOMILÍA MIÉRCOLES SANTO

Ciclo A


"Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor"





ISAIAS 50,4-9a
SALMO 68, 8-10.21-22.31.33-34
MATEO 26, 14-25


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