Te damos gracias, Padre,
porque te muestras de una forma u otra a los que te buscan sinceramente.
Especialmente te has mostrado en Jesús de Nazaret;
hacia el que caminan los pueblos, porque es aurora, luz del mundo,
encarnada en el silencio de la noche.
Nos acordamos hoy de María y de José;
te conocieron y estuvieron disponibles para hacer tu voluntad.
Te buscaron y encontraron los pastores y los magos,
porque dejaron sus egoísmos y se pusieron en camino,
con los dones de sí mismos siguiendo la ruta de la estrella.
También nosotros queremos seguirte:
que tu Hijo sea nuestra única luz,
que no busquemos otras estrellas en el cielo, ni en los mercados,
ya que sólo hay una estrella verdadera, presente en un establo.
La única estrella capaz de llenarnos de paz y alegría;
la única estrella que enciende y entusiasma,
que siempre guía y nos invita a ser sus testigos.
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