MIGAJA 11ª
Sobre la educación de los padres y las malas y buenas
compañías
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4. En querer ésta vanamente tenía extremo. Los medios que
eran menester para guardarla, no ponía ninguno. Sólo para no perderme del todo
tenía gran miramiento.
Mi padre y hermana sentían mucho esta amistad.
Reprendíanmela muchas veces. Como no podían quitar la ocasión de entrar ella en
casa, no les aprovechaban sus diligencias, porque mi sagacidad para cualquier
cosa mala era mucha. Espántame algunas veces el daño que hace una mala
compañía, y si no hubiera pasado por ello, no lo pudiera creer. En especial en
tiempo de mocedad debe ser mayor el mal que hace. Querría escarmentasen en mí
los padres para mirar mucho en esto. Y es así que de tal manera me mudó esta conversación,
que de natural y alma virtuoso no me dejó casi ninguna, y me parece me imprimía
sus condiciones ella y otra que tenía la misma manera de pasatiempos.
5. Por aquí entiendo el gran provecho que hace la buena
compañía, y tengo por cierto que, si tratara en aquella edad con personas
virtuosas, que estuviera entera en la virtud. Porque si en esta edad tuviera
quien me enseñara a temer a Dios, fuera tomando fuerzas el alma para no caer.
Después, quitado este temor del todo, quedóme sólo el de la honra, que en todo
lo que hacía me traía atormentada. Con pensar que no se había de saber, me
atrevía a muchas cosas bien contra ella y contra Dios. (Vida 2,3-5)
MIGAJA 12ª
Del contacto que tuvo con San Francisco de Borja
"Iba ya sintiendo mi alma cualquiera ofensa que
hiciese a Dios, por pequeña que fuese, de manera que si alguna cosa superflua traía,
no podía recogerme hasta que me la quitaba. Hacía mucha oración porque el Señor
me tuviese de su mano; pues trataba con sus siervos, permitiese no tornase atrás,
que me parecía fuera gran delito y que habían ellos de perder crédito por mí.
3. En este tiempo vino a este lugar el padre Francisco,
que era duque de Gandía y había algunos años que, dejándolo todo, había entrado
en la Compañía de Jesús. Procuró mi confesor, y el caballero que he dicho también
vino a mí, para que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía
iba adelante en ser muy favorecido y regalado de Dios, que como quien había
mucho dejado por El, aun en esta vida le pagaba.
Pues después que me hubo oído, díjome que era espíritu
de Dios y que le parecía que no era bien ya resistirle más, que hasta entonces
estaba bien hecho, sino que siempre comenzase la oración en un paso de la Pasión,
y que si después el Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese, sino
que dejase llevarle a Su Majestad, no lo procurando yo. Como quien iba bien
adelante, dio la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia.
Dijo que era yerro resistir ya más.
Yo quedé muy consolada, y el caballero también
holgábase mucho que dijese era de Dios, y siempre me ayudaba y daba avisos en
lo que podía, que era mucho."(Vida 24,2-3).
MIGAJA 13ª
Situación del alma en pecado mortal
Antes que pase adelante, os quiero decir que consideréis
qué será ver este castillo tan resplandeciente y hermoso, esta perla oriental,
este árbol de vida que está plantado en las mismas aguas vivas de la vida, que
es Dios, cuando cae en un pecado mortal: no hay tinieblas más tenebrosas, ni
cosa tan oscura y negra, que no lo esté mucho más ... Ninguna cosa le
aprovecha; y de aquí viene que todas las buenas obras que hiciere, estando así
en pecado mortal, son de ningún fruto para alcanzar gloria ...
Yo sé de una persona a quien quiso nuestro Señor mostrar cómo
quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. ... si sobre un cristal que está al
sol se pusiese un paño muy negro, claro está que, aunque el sol dé en él, no
hará su claridad operación en el cristal. ¡Oh almas redimidas por la sangre de
Jesucristo! ¡Entendeos y habed lástima de vosotras! ¿Cómo es posible que
entendiendo esto no procuráis quitar esta pez de este cristal? Mirad que, si se
os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de esta luz. ¡Oh Jesús, qué es ver a
un alma apartada de ella! ¡Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo!
¡qué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos! Y las
potencias (memoria, entendimiento y voluntad), que son los alcaides y
mayordomos y maestresalas, ¡con qué ceguedad, con qué mal gobierno! En fin,
como adonde está plantado el árbol que es el demonio, ¿qué fruto puede dar?
(Moradas 2,1-3)
LA MIGAJA 14ª
La primera Morada es el conocimiento de uno mismo, la
humildad Es el socratismo teresiano: conocerse a sí mismo a la luz del amor que
Dios te tiene
"No sé si queda dado bien a entender, porque es cosa
tan importante este conocernos que no querría en ello hubiese jamás relajación,
por subidas que estéis en los cielos; pues mientras estamos en esta tierra no
hay cosa que más nos importe que la humildad. ... a mi parecer jamás nos
acabamos de conocer si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza,
acudamos a nuestra bajeza; y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad;
considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes."
(Moradas 2,9)