ESPIRITUALIDAD CARMELITA. Curso 2022-2023

FIGURAS BÍBLICAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO (Curso 2022-2023)

LA FAMILIA CRISTIANA EN LOS SANTOS CARMELITAS (Curso 2021-2022)

LOS SALMOS (Curso 2021-2022)

domingo, 30 de julio de 2017

LECTURAS Y HOMILIA DOMINGO XVII ORDINARIO

Ciclo A





1 REYES 3,5.7-12
SALMO 118, 57.72.76-77.127-130
ROMANOS 8, 28-30
MATEO 13, 44-52

Homilía por P. Salvador Villota, O. Carm.                   Archivo de sonido: pulsar para escuchar.

martes, 25 de julio de 2017

SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APOSTOL. PATRON DE ESPAÑA

Ciclo A


"...el que quiera ser primero entre vosotros, sea vuestro esclavo."




HECHOS 4, 33;5,12.27b-33;12,2
SALMO 66,2-8
2 CORINTIOS4,7-15
MATEO 20,20-28


Homilía por P. Salvador Villota, O. Carm.                   Archivo de sonido: pulsar para escuchar.


¿Quién es el P. Salvador Villota?


Religioso y sacerdote carmelita de la provincia Aragón-Castilla-Valencia.
Doctor en Ciencias Bíblicas por el Instituto Bíblico de Roma.
Actualmente es profesor de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia (España).
Desde estas líneas queremos agradecerle tanto su celo y dedicación, como su consentimiento para publicar estas homilías y catequesis, en la confianza de que pueden hacer un gran bien a aquellos que las escuchen.





domingo, 23 de julio de 2017

LECTURAS Y HOMILIA DOMINGO XVI ORDINARIO

Ciclo A


"Tú Señor eres bueno y clemente."



SABIDURIA 12, 13.16-19
SALMO 85,5-6.9-10.15-16
ROMANOS 8,26-27
MATEO 13, 24-43


Homilía por P. Salvador Villota, O. Carm.                   Archivo de sonido: pulsar para escuchar.

domingo, 16 de julio de 2017

SOLEMNIDAD DE LA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO

"Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre"


1 REYES 18, 41-46
SALMO 14, 1-4
GÁLATAS 4, 4-7
JUAN 19, 25-27

Homilía por P. Salvador Villota  O. Carm.                              (1)  Archivo de sonido: pulsar para escuchar
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domingo, 9 de julio de 2017

LECTURAS Y HOMILIA DOMINGO XIV ORDINARIO

Ciclo A


"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré."



Zacarías 9,9-10
Salmo 144,1-2,8-14
Romanos 8,9.11-13
Mateo 11,25-30

Homilía por P. Salvador Villota, O. Carm.                   Archivo de sonido: pulsar para escuchar.

domingo, 2 de julio de 2017

HOMILIA PAPA FRANCISCO SOLEMNIDAD APOSTOLES SAN PEDRO Y SAN PABLO.





Homilía del Papa Francisco en la Solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo

Texto completo:

La liturgia de hoy nos ofrece tres palabras fundamentales para la vida del apóstol: confesión, persecución, oración.
La confesión es la de Pedro en el Evangelio, cuando el Señor pregunta, ya no de manera general, sino particular. Jesús, en efecto, pregunta primero: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» (Mt 16,13). Y de esta «encuesta» se revela de distintas maneras que la gente considera a Jesús un profeta. Es entonces cuando el Maestro dirige a sus discípulos la pregunta realmente decisiva: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (v. 15). A este punto, responde sólo Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (v. 16). Esta es la confesión: reconocer que Jesús es el Mesías esperado, el Dios vivo, el Señor de nuestra vida.
Jesús nos hace también hoy a nosotros esta pregunta esencial, la dirige a todos, pero especialmente a nosotros pastores. Es la pregunta decisiva, ante la que no valen respuestas circunstanciales porque se trata de la vida: y la pregunta sobre la vida exige una respuesta de vida. Pues de poco sirve conocer los artículos de la fe si no se confiesa a Jesús como Señor de la propia vida. Él nos mira hoy a los ojos y nos pregunta: «¿Quién soy yo para ti?». Es como si dijera: «¿Soy yo todavía el Señor de tu vida, la orientación de tu corazón, la razón de tu esperanza, tu confianza inquebrantable?». Como san Pedro, también nosotros renovamos hoy nuestra opción de vida como Jesús nos hace también hoy a nosotros esta pregunta esencial, la dirige a todos, pero especialmente a nosotros pastores. Es la pregunta decisiva, ante la que no valen respuestas circunstanciales porque se trata de la vida: y la pregunta sobre la vida exige una respuesta de vida. Pues de poco sirve conocer los artículos de la fe si no se confiesa a Jesús como Señor de la propia vida.
Él nos mira hoy a los ojos y nos pregunta: «¿Quién soy yo para ti?». Es como si dijera: «¿Soy yo todavía el Señor de tu vida, la orientación de tu corazón, la razón de tu esperanza, tu confianza inquebrantable?». Como san Pedro, también nosotros renovamos hoy nuestra opción de vida como discípulos y apóstoles; pasamos nuevamente de la primera a la segunda pregunta de Jesús para ser «suyos», no sólo de palabra, sino con las obras y con nuestra vida.
Preguntémonos si somos cristianos de salón, de esos que comentan cómo van las cosas en la Iglesia y en el mundo, o si somos apóstoles en camino, que confiesan a Jesús con la vida porque lo llevan en el corazón. Quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a «arder» por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con «vivir al día» o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo. Quien confiesa a Jesús se comporta como Pedro y Pablo: lo sigue hasta el final; no hasta un cierto punto sino hasta el final, y lo sigue en su camino, no en nuestros caminos. Su camino es el camino de la vida nueva, de la alegría y de la resurrección, el camino que pasa también por la cruz y la persecución.
Y esta es la segunda palabra, persecución. No fueron sólo Pedro y Pablo los que derramaron su sangre por Cristo, sino que desde los comienzos toda la comunidad fue perseguida, como nos lo ha recordado el libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. 12,1). Incluso hoy en día, en varias partes del mundo, a veces en un clima de silencio —un silencio con frecuencia cómplice—, muchos cristianos son marginados, calumniados, discriminados, víctimas de una violencia incluso mortal, a menudo sin que los que podrían hacer que se respetaran sus sacrosantos derechos hagan nada para impedirlo.
Por otra parte, me gustaría hacer hincapié especialmente en lo que el Apóstol Pablo afirma antes de «ser —como escribe— derramado en libación» (2 Tm 4,6). Para él la vida es Cristo (cf. Flp 1,21), y Cristo crucificado (cf. 1 Co 2,2), que dio su vida por él (cf. Ga 2,20). De este modo, como fiel discípulo, Pablo siguió al Maestro ofreciendo también su propia vida. Sin la cruz no hay Cristo, pero sin la cruz no puede haber tampoco un cristiano. En efecto, «es propio de la virtud cristiana no sólo hacer el bien, sino también saber soportar los males» (Agustín, Disc. 46.13), como Jesús. Soportar el mal no es sólo tener paciencia y continuar con resignación; soportar es imitar a Jesús: es cargar el peso, cargarlo sobre los hombros por él y por los demás. Es aceptar la cruz, avanzando con confianza porque no estamos solos: el Señor crucificado y resucitado está con nosotros. Así, como Pablo, también nosotros podemos decir que estamos «atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados» (2 Co 4,8-9).
Soportar es saber vencer con Jesús, a la manera de Jesús, no a la manera del mundo. Por eso Pablo —lo hemos oímos— se considera un triunfador que está a punto de recibir la corona (cf. 2 Tm 4,8) y escribe: «He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe» (v. 7). Su comportamiento en la noble batalla fue únicamente no vivir para sí mismo, sino para Jesús y para los demás. Vivió «corriendo», es decir, sin escatimar esfuerzos, más bien consumándose.
Una cosa dice que conservó: no la salud, sino la fe, es decir la confesión de Cristo. Por amor a Jesús experimentó las pruebas, las humillaciones y los sufrimientos, que no se deben nunca buscar, sino aceptarse. Y así, en el misterio del sufrimiento ofrecido por amor, en este misterio que muchos hermanos perseguidos, pobres y enfermos encarnan también hoy, brilla el poder salvador de la cruz de Jesús.
La tercera palabra es oración. La vida del apóstol, que brota de la confesión y desemboca en el ofrecimiento, transcurre cada día en la oración. La oración es el agua indispensable que alimenta la esperanza y hace crecer la confianza. La oración nos hace sentir amados y nos permite amar. Nos hace ir adelante en los momentos más oscuros, porque enciende la luz de Dios. En la Iglesia, la oración es la que nos sostiene a todos y nos ayuda a superar las pruebas. Nos lo recuerda la primera lectura: «Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5).
Una Iglesia que reza está protegida por el Señor y camina acompañada por él. Orar es encomendarle el camino, para que nos proteja. La oración es la fuerza que nos une y nos sostiene, es el remedio contra el aislamiento y la autosuficiencia que llevan a la muerte espiritual. Porque el Espíritu de vida no sopla si no se ora y sin oración no se abrirán las cárceles interiores que nos mantienen prisioneros.
Que los santos Apóstoles nos obtengan un corazón como el suyo, cansado y pacificado por la oración: cansado porque pide, toca e intercede, lleno de muchas personas y situaciones para encomendar; pero al mismo tiempo pacificado, porque el Espíritu trae consuelo y fortaleza cuando se ora. Qué urgente es que en la Iglesia haya maestros de oración, pero que sean ante todo hombres y mujeres de oración, que viven la oración.
El Señor interviene cuando oramos, él, que es fiel al amor que le hemos confesado y que nunca nos abandona en las pruebas. Él acompañó el camino de los Apóstoles y os acompañará también a vosotros, queridos hermanos Cardenales aquí reunidos en la caridad de los Apóstoles que confesaron la fe con su sangre. Estará también cerca de vosotros, queridos hermanos Arzobispos que, recibiendo el palio, seréis confirmados en vuestro vivir para el rebaño, imitando al Buen Pastor, que os sostiene llevándoos sobre sus hombros. El mismo Señor, que desea ardientemente ver a todo su rebaño reunido, bendiga y custodie también a la Delegación del Patriarcado Ecuménico, y al querido hermano Bartolomé, que la ha enviado como señal de comunión apostólica.

(Texto y foto gracias a Aciprensa).


LECTURAS Y HOMILIA SOLEMNIDAD APOSTOLES SAN PEDRO Y SAN PABLO

Ciclo A
"El ángel del Señor librará a los que temen a Dios."

Hechos 12,1-11
Salmo 33,2-9
2 Timoteo 4,6-8.17-18
Mateo 16,13-19


Homilía por P. Salvador Villota, O. Carm.                   Archivo de sonido: pulsar para escuchar.



¿Quién es el P. Salvador Villota?


Religioso y sacerdote carmelita de la provincia Aragón-Castilla-Valencia.
Doctor en Ciencias Bíblicas por el Instituto Bíblico de Roma.
Actualmente es profesor de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia (España).
Desde estas líneas queremos agradecerle tanto su celo y dedicación, como su consentimiento para publicar estas homilías y catequesis, en la confianza de que pueden hacer un gran bien a aquellos que las escuchen.